Según la ciudad fue adquiriendo importancia su crecimiento las fue dotando de nuevos burgos, como el de San Miguel, el de San Juan, el aumento de culto provocó la necesaria construcción de nuevos edificios, como la iglesia de San Miguel y la de San Juan, si bien esta última ha sufrido numerosas modificaciones a lo largo de su historia.
La iglesia de San Miguel es hoy visita obligada para el viajero, turista o peregrino. Iniciada en un románico tardía, en la segunda mitad de siglo XII, el elemento más importante de la ornamentación queda perennizado por la portada norte, una de las obras más bellas del románico tardío español. Realizada a partir de 1180, es una obra rica en representaciones figurativas, tanto en el tímpano (Cristo en majestad, con la representación del Tetramorfos y flanqueado por la Virgen y San Juan conformando una escena de Deesis), arquivoltas, con ancianos, ángeles turiferarios, escenas de la vida y milagros de Cristo como hombre, vida, milagros y martirio de santos, entre ellos San Martín y San Juan Bautista y, en la arquivolta exterior, el mundo terrenal de los pecados, donde saltimbanquis, juglares y las representaciones de la lujuria dan cuerpo al mundo del pecado.
Todo este programa está sostenido por los capiteles en los que se narran escenas de la vida de Cristo, desde la Anunciación hasta la muerte de los Inocentes decretada por Herodes.
De delicada factura son los paneles laterales de la portada, donde se narran escenas relacionadas con el Juicio Final, San Miguel luchando con el Diablo, el pesaje de las almas, el Seno de Abraham que las acoge y las tres Marías ante el sepulcro vacío de Cristo, modeladas con ejemplar sencillez y carácter devocional, a las que Álvaro Cunqueiro definió por su sonrisa como Giocondas del siglo XII.
(de El Camino de Santiago en Navarra, de Gregorio Díaz Ereño)