Palacio de los Reyes de Navarra

Los Amigos del Camino de Santiago de Estella. Monumentos. Palacio de los Reyes de Navarra

De entre todos los edificios destacamos uno civil, el conocido como palacio de los Reyes de Navarra, llamado también de los Duques de Granada de Ega. Bello edificio románico, construido en la segunda mitad del siglo XII, organiza su fachada principal en dos pisos construidos con buena sillería, quedando divididos en altura por una sencilla cornisa moldurada.

El cuerpo inferior, a nivel de calle, se abre por medio de cuatro grandes arcadas, enmarcadas por columnas adosadas al muro con decoración en sus capiteles de tipo vegetal e historiado.

En el lado izquierdo de la misma se disponen unas figuras de formas estilizadas que narran un episodio de la lucha entre Roldán y el gigante Ferragut. Las letras grabadas en el ábaco identifican a los personajes, “pheragut”, “Rollan”, “Martinus me fecit”, “de Logroño”, siendo Martín el artista que llevó a cabo su realización. El episodio de la lucha se refiere a la contienda de la que ambos fueron protagonistas y que tuvo lugar en Nájera. Ferragut era un gigante, medía casi doce codos de estatura (aproximadamente siete metros), había venido de las tierras de Siria, enviado con veinte mil turcos por el Emir de Babilonia para combatir a Carlomagno. En su búsqueda acudió el monarca franco, ante cuya llegada el gigante salió de la ciudad y retó en combate a un caballero contra otro.

Poco a poco fueron derrotados y hechos prisioneros por Ferragut: el dacio Ogier, Reinaldos de Montalbán, el rey de Roma Constantino, el conde Hoel, estos dos apresados al mismo tiempo (hay que tener en cuenta que sus brazos y piernas medían cuatro codos y los dedos tres palmos). Posteriormente se enviaron a veinte luchadores, dos a dos, que corrieron la misma suerte. Carlomagno no se atrevía a exponer más hombres, ante lo que Roldán se acercó al gigante, dispuesto a combatirle. Nada más ponerse al alcance de Ferragut, éste lo cogió con la mano derecha y lo colocó delante de él sobre su caballo. Sin embargo, recobradas sus fuerzas, el caballero bretón le derribó al suelo asiéndole por las barbas. Así comenzó un singular combate en el que ambos, recuperadas sus caballerías, se embistieron de manera feroz y continuada durante todo el día. Al atardecer, Ferragut consiguió tregua de Rolando hasta el día siguiente. Emprendida nuevamente la lucha, el arrojo de ambos contendientes determinó una nueva tregua para echar un sueño reparador. Tras recuperarse con el descanso se pusieron a charlar, consiguiendo el sobrino de Carlomagno (para algunos autores hijo incestuoso), que el gigante le contase que su punto débil se localizaba en el ombligo.

Empieza ahora una actividad que podríamos definir como catecúmena de Rolando hacia Ferragut. El debate se entabla entre la actitud del gigante que no entiende el concepto de la Trinidad; Ferragut dice: “Nosotros creemos que el creador del cielo y de la gtierra es un solo Dios, y no tuvo ni hijo ni padre.

Es decir, que así como no fue engendrado por nadie, tampoco a nadie engendró, luego Dios es uno y no trino”. Ante el argumento, Roland trata de explicar teológicamente el concepto pero dada la dificultad de comprensión del sirio, recurre a una serie de ejemplos: “Te lo demostraré mediante ejemplos humanos: Como en la cítara al tocar hay tres cosas, a saber, el arte, las cuerdas y las manos, y sin embargo es una cítara, así también en Dios hay tres, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y es un solo Dios. Y como en la almendra hay tres cosas, cáscara, piel y fruto, y a pesar de ello sólo una almendra, de la misma manera en Dios hay tres personas y un solo Dios. En el sol hay tres, claridad, brillo y calor, y sin embargo sólo un sol existe.

En la rueda del carro hay tres partes, a saber, el cubo, los rayos y las pinas, y sin embargo forman una sola rueda. En ti mismo hay tres elementos, cuerpo, miembros y alma, y a pesar de ello eres un solo hombre. De la misma manera resulta que Dios es uno y trino”. Entendido el concepto, el debate fue derivando hacia otros temas, como el carácter humano de Cristo, cómo pudo ser engendrado “sin obra de varón, del vientre de una virgen”. A lo que la respuesta fue: “Dios creó a Adán sin necesidad de otro hombre, hizo que su hijo naciese de una virgen sin necesidad de intervención de hombre alguno. Y como de Dios Padre nació sin madre, de la misma manera nació de madre sin padre humano. Pues tal es el nacimiento digno de Dios. -Difícilmente alcanzo sin rubor, repuso el gigante, cómo una virgen pudo concebir sin obra de varón. –Aquel, respondió Rolando, que hace nacer el gorgojo en el grano de haba y el gusano en el árbol y en el barro, y que hace tener prole sin acción del macho a muchos peces y pájaros, a las abejas y serpientes, Ese mismo hizo de una virgen intacta engendrarse, sin concurso humano, al Hombre de Dios. Quien, como dije, hizo el primer hombre sin necesidad de otro, fácilmente pudo hacer que su Hijo, hecho hombre, naciese de una virgen sin concurso de varón”. La argumentación y el debate se prolongarán, tocando todos los argumentos referentes a la Natividad y, por lo tanto, a la muerte, la Resurrección y la entrada en los Cielos: “Quien fácilmente descendió del cielo, dijo Rolando, fácilmente subió a los cielos. Quien fácilmente resucitó por sí mismo, con igual facilidad entró en el cielo: Compara estos varios ejemplos. Ves la rueda del molino: cuanto desciende de las alturas a lo profundo, otro tanto asciende desde lo hondo a lo alto. El ave que vuela en el aire sube tanto como descendió. Tú mismo, si acaso bajaste de unmonte, bien puedes volver de nuevo al sitio de que descendiste. El sol salió ayer por oriente y se puso por poniente, e igualmente hoy volvió a salir por el mismo lugar. Luego el Hijo de Dios volvió allá por donde vino”. Tras este último argumento ambos contendientes reiniciaron la lucha y la Fe verdadera sería la del vencedor. Ferragut se abalanzó sobre Rolando, quien resultó derribado en el suelo, y contra él se lanzó el gigante, apresándolo bajo su colosal cuerpo: “Inmediatamente conoció Rolando que ya no podía de ningún modo evadirse de aquél y empezó a invocar en su auxilio al Hijo de la Santísima Virgen María y, gracias a Dios, se irguió un poco y se revolvió bajo el gigante, y echó mano al puñal, se lo clavó en el ombligo y escapó de él…

Y de esta manera murió el gigante, se tomó la ciudad y el castillo, y se sacó de la prisión a los luchadores”. Todos estos argumentos son debatidos, atacados y negados por las diversas herejías que empezaban a asolar el territorio, sobre todo galo. A partir del año 1000 proliferan, podemos poner a modo de ejemplo, el caso de Orleáns, hacia 1015, donde se negaba la doctrina cristiana ortodoxa sobre el carácter mortal del cuerpo de Cristo: “Cristo no nació de María. No sufrió por los hombres. No fue enterrado realmente en el sepulcro y no se levantó de entre los muertos”. Rolando, pues, actúa como un monje defendiendo postulados teológicos, predicando una de las grandes tareas de la vida cristiana es esta época, y Ferragut, más que la imagen del Islam, puede ser considerado el ejemplo del hereje, pues lo herético consistía en la resistencia persistente a la enseñanza de la iglesia.

El siglo XII abundó en grandes predicadores, como Arnaldo de Brescia y Pedro Valdo, pero sobre todo, Honorio de Autun, si bien todos acabaron influenciados por San Bernardo, especialmente los premostratenses, los cistercienses y los cluniacenses.

Y estas prédicas tuvieron grandes consecuencias en la iconografía. Un ejemplo, como hemos visto, es el capitel aludido, donde el combate se escenifica como un enfrentamiento entre caballeros con sus cotas de malla, escudos, arneses y gualdrapa, lanzas, etc., que en un duelo se baten recreando la lucha del bien y el mal, concluyendo en el frente del capitel con la cabeza decapitada de Ferragut.

El segundo piso del palacio está abierto por una galería que crea un grácil ritmo de vacíos, también lateralmente, se encuentra flanqueado por dos semicolumnas.

La del lado derecho presenta en su capitel un precioso conjunto, donde se han ideado escenas relacionadas con el pecado de la soberbia, avaricia y lujuria, utilizando elementos de la fábula animalística oriental, realizado en un estilo de formas más esbeltas que el referente a la historia de Rolando.

En la parte izquierda, un asno sentado en una silla toca con sus pezuñas el arpa, mientras un animal, un león, sntado sobre sus cuartos traseros, le escucha atentamente. A pesar de su procedencia oriental, el uso frecuente de los animales en el románico entronca con los Padres de la Iglesia y especialmente con San Agustín, que gustaron de la fabulística por las lecciones morales que se desprendían de tales relatos, y por ello proponían a los educadores la recomendación de su lectura.

En la Edad Media, los escolares las aprendían de memoria, y de ahí que los “isopetes” proliferasen, sobre todo en las bibliotecas monásticas. Y también, como podemos ver por las representaciones en las que aparecen (por ejemplo en el lambel del pórtico de la iglesia de Saint-Pierre d’Aulnay encontramos la misma escena que en Estella), en las decoraciones del románico. Emile Mâle consideraba que la fábula más representativa fue la de Pedro sobre el asno que encontró una lira abandonada en el prado y trató de sacar algunas notas, aunque no sabía música; la moraleja se centraría en que el destino impide al genio manifestarse. Pero también el mismo historiador francés consideraba que el motivo se podía haber extraído de la “Consolación de la Filosofía” de Boecio, que todo clérigo conocía, donde vemos a la personificación de la Filosofía, que se dirige en tono severo a quien le escucha, que parece no haberle comprendido y le dice: “¿Entiendes mis palabras, o eres como el asno delante de la lira?”. A continuación de esta escena, un demonio mira a dos personajes desnudos, arrastrados por otro diablo que los lleva entrelazados por un yugo, y de  cuyos cuellos cuelgan sendas bolsas de monedas, en clara referencia a la avaricia. Son llevados hacia el infierno, hasta el fuego eterno, escenificado de manera muy gráfica por un caldero suspendido sobre las llamas que son atizadas por otro diablo. En la tercera cara, una mujer desnuda pero con caperuza, tiene sobre sus senos una serpiente que le devora, imagen del castigo de la lujuria.

(de El Camino de Santiago en Navarra, de Gregorio Díaz Ereño)

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