Por encima de dicha iglesia, el santuario de la Virgen del Puy nos habla, una ves más, de las advocaciones de origen francés que proliferan por el Camino (advocación procedente de la comarca de Velay, lugar de salida de una de las rutas más importantes, la llamada Vía Podensis).
Reinando Sancho Ramírez (1076-1094), unos pastores de la cercana localidad de Abárzuza, mentras cuidaban del ganado, contemplaron el juego prodigioso de un conjunto de estrellas. Rondaba el año 1085 y la noticia enseguida fue transmitida al obispo de Pamplona, que en ese momento era Pedro de Roda, el cual, junto al monarca acudió para rendirle culto. Decididos a que se le rindiese culto en el poblado de Lizarra, se procedió a trasladar la imagen de la Virgen, pero a poco ésta se quedó inmóvil, justo allí donde su voluntad quiso que se le erigiese un santuario.
Su carácter milagrero quedaba recogido en un libro, desaparecido en el curso de un incendio en 1590, en el que se consignaban más de ochocientos milagros. La imagen, comparte, desde el año 1643, el mpatronazgo de la ciudad junto con San Andrés. La figura, de tipo sedente, se encuentra forrada de plata y su cronología nos lleva al siglo XIV.
Símbolo de la pujanza de la ciudad es su rico patrimonio artístico, construcciones como el convento de Santo Domingo, románica ruina hasta la década de los sesenta del presente siglo. Pese a su inusual belleza, el peregrino se ve obligado a abandonar la ciudad atravesando la Puerta de Castilla e iniciando, en el itinerario de Aymerid Picaud, una nueva etapa. La cuarta, evidentemente para andarla a caballo, es desde Estella hasta la ciudad de Nájera.
(de El Camino de Santiago en Navarra, de Gregorio Díaz Ereño)